Toscaneando

Affittamos una máquina y nos escapamos de Rómulo y Remo por la Vía Cassia. El casetto no lee Mp3, así que estamos condenados a escuchar una y otra volta el único cd legible, ¡afortunada yo!: son los omnipresentes Vetusta, que al término del periplo ya se habrán ganado otro par de adeptos.

 

Vamos Vitorito, el Gallego amabile, el Lover amado and me y como buenos españolitos cargamos con la fiambrera, también mandarinas de las de oferta del puesto de Cola di Rienzo.

 

Llegamos a Montalcino, tierra del vino Brunello y nos refugiamos en su castillo de cuento con llovizna incluida. La lluvia le otorga una imagen gótica y con clase, ya estamos nosotros para hacer il popoloAl abrigo de un arco damos rienda suelta a la tortilla y al filetakoempanao -¡Qué viva el fiambrera way of life!- mientras una panda de ragazzi juegan al calcio en el patio de la fortaleza.

 

Después nos espera la misión casi imposible de encontrar a una amiga del Lover, por intuición llegamos a la bodega donde trabajaba dos años antes y conseguimos su teléfono y la sonrisa de la secretaria, ¡Yuju! Claudia, mujer morenaza, telúrica y universal viene con las botas caladas y el olor de la oliva aún en las manos, habla un divertidísimo español con acento guatemalteco y la acompaña su proyecto de vida: Maya, un solete que es la copia rubia a escala de mami. Al aperitivo se unen Alexandra y Sofía, geniales, que no dan tregua al Campari.

En la casa de ensueño toscano se produce una serata de ensueño, con vinaco, pizza, bruschetta regada con el aceite recién hecho, italoespañol, algo de portugués y mucha voluntad de comunicarse. Sorprendemos al Lover acuñando la expresión: “La mia passione, il acqua”. Celebramos entre risas su emergente italiano y su repentina “conversión”.

 

A la mañana siguiente, marchamos a Siena, con la Piazza del Campo donde resuenan las herraduras de cientos de caballos en el tiempo. Vitorito y yo aprovechamos la -a nuestro juicio idónea- inclinación del suelo para “hacer la croqueta” ante la indescriptible mirada del turisteo presente, que devora pizza al taglio a 4 euracos la pieza y absorbe los últimos “flirteos” del sol al atardecer.

Nos topamos con el Museo de la Tortura, ¿Fetichismo? ¿Curiosidad bizarra? Elija su propia aventura… Lo convencional es ver Il duomo, pero…

 

Ya en Pistoia, carretera con árboles que nos acarician a nuestro paso, aparece Alessio en su camioneta roja de dibujo animado, y con sus ojos de lacasito, siempre sonrientes. Nos conduce a casa de “la Nona”, se llama Dina y tiene 91 increíbles años y un italiano veloce no apto para principiantes. Muestra una foto de su cuñada con mirada trémula, “siempre estaba sonriendo” dice. Eso es lo que cuenta. Cena de luxe: Peperoni con patatine, carne con rosmarino,vino por doquier y chimenea donde el gallego se relame y Víctor prepara la ya clásica bruschetta junto a la Nona. Dormimos en las alcobas con colcha de ganchillo y colchones amorosos nuestros sogni d´oro.

 

De mañana andiamo a casa de Giacomo, un hombre ideal para tus fantasías favoritas: brazos fornidos, cara curtida con encanto, rudo pero muy educado. Colaboramos en la recogida de la oliva, vareamos todo lo vareable. El gallego amabile varea y calla, y si habla es para soltar una carcajada de “felice al límite”. Vitorito siempre “vitoreando”. Giacomo instruye al Lover en el arte de podar los olivos. Me quedo en tirantes para darle más a gusto a la vara y se produce “La Novena Revelación”: iluminada pienso que deberíamos irnos juntos a criar ovejas o lo que sea, al campo.

Hora de superpranzo: pasta, rúcola, polenta, licor de albahaca… se nos une un cazador y completa la escena de cine europeo. Luca canta en español, todo fluye. Cae la luz y con ella desaparecen todos estos patchworkque componen la colcha del viaggio.

 

En la mattina mientras nos alejamos de la casa miro a la Nona mientras coloca las sillas del jardín y pienso que quizá nunca más volvamos a verla. Este es el viaje.